Cuando alguien escucha la palabra “poeta” suele acudir a su mente la imagen idílica de un ser apartado de la realidad, intocable y etéreo. Para desterrar ese prejuicio, absurdo pero arraigado, no hay nada mejor que leer a autores como Mario Benedetti.
Escritor camaleónico, narrador, cuentista, dramaturgo y ensayista, Benedetti fue, por encima de todo, un poeta con mayúsculas. A él no le hacían falta vocablos incomprensibles ni temas bucólico-pastoriles propios de tiempos pretéritos. Su léxico directo, cotidiano y sencillo –que no simple- y sus temas relevantes, cercanos y atemporales (amor, solidaridad, muerte, libertad, melancolía, por mencionar algunos) bastaron para emocionar a millones de personas, que supieron apreciar en su poética una sinceridad y autenticidad tan inusitadas como necesarias.
A diferencia de otros autores, Benedetti entabló con los lectores un diálogo en igualdad de condiciones, sin mirarles por encima del hombro ni cegarles con lecciones de superioridad baratas. El haber sido taquígrafo, vendedor, cajero, contable, traductor, librero, funcionario, periodista, sin duda le ayudó a comprender el sentir de esos hombres y mujeres anónimos, condenados a pisotear anhelos encerrados en una oficina de ocho a cinco para volver a casa hastiados del mundo.
Ayer, este escritor alérgico a las etiquetas nos dejó. Se fue con un nuevo libro de poemas a medio acabar. Por suerte nos quedan sus más de ochenta obras para consolarnos por su pérdida y, sobre todo, para celebrar la grandeza de un uruguayo irrepetible.
“El mundo pasa sin interrupciones, con paisajes que llenan el contorno, alarmas con abismos, glorias inaccesibles, perdones que no pedimos y alborotos en la conciencia cerrada con candado.
Hasta que en una noche inesperada, los párpados sucumben y ya no se levantan.”
(Fragmento de “El mundo pasa” de su libro Vivir adrede)
5 comentarios:
Qué podré abrir con esta llave?
Del alma de un atávico indigente,
el portón arrugado de una empresa,
el corazón de una mujer insomne.
Hay tantas patrias del misterio
tan cerradas como esfinges
y que tal vez ya no se abran.
¿Qué podré abrir con esta llave?
Aquel viejo gimnasio del azar
con trapecios de cándidas preguntas
de las que nunca me arrojé al vacío.
¿Podré con esta llave
entrar a los amores del crepúsculo?
Ojalá amemos sin bochornos
ojalá amemos
ojalá.
Si Benedetti abriera los ojos por un momento y viera el hueco que ha dejado en tantos corazones...
Otro abrazo, uno mas grande ***
"Hasta que en una noche inesperada, los párpados sucumben y ya no se levantan.”
Y allá donde esté vuelve a observar lo que ha dejado. Orgullo de poeta.
Un besoo♥
Mi Mario me enseñó a ser más humana. A leer y escribir por el simple placer de hacerlo. De entender al amor y no juzgarlo.
Mario siempre va a ser uno de los amores de mi vida (si eso existe, claro). Era inmenso. Él lo supo.
Un beso para ti también.
Muchas muchas gracias por todo tu apoyo. De verdad, que cuenta mucho para mí.
Te dejo un abrazo inmenso :)
Jajaja, sí, es una canción hermosa.
Muchos cariñitos :)
Publicar un comentario