Un regreso no es más que una ida descolocada en el tiempo y, de algún modo, todo viaje es un retorno a un ayer reinventado o a un mañana apenas aprehendido que reniega del presente.
El que (re)conduce al exilio, esa segunda casa a la que tomamos medidas y recomponemos para que se parezca un poquito más a la primera, a menudo deja el regusto agridulce de los adioses inciertos y las buenas intenciones formuladas a destiempo, y uno vuelve a ese hogar improvisado con la sonrisa quebrada y el desamparo zurcido en la solapa.
Imagen: Photograph I, Wilhelm Leisten
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